Viena es la ciudad imperial por excelencia. Es oír su nombre y pensar en la emperatriz Sissi, en jardines que rodean grandes palacios de lujosas salas en las que la crème de la crème del siglo XIX se balanceaba a ritmo de vals. Tardes en la ópera, paseos en carruaje o románticas noches a la orilla de el Danubio Azul forman parte de la imagen que Viena le ha dado al mundo. Y sin embargo, Viena es mucho más.
Acostumbrada a estar siempre en el centro de la vida cultural e intelectual europea hasta que el nazismo y la Segunda Guerra Mundial la fueron despojando de su fama de ciudad moderna y artística, Viena es vista por muchos como un lugar al que lo único que le queda de aquella época de vanguardias son sus famosos cafés y algún que otro edificio modernista. Éstos, unidos a la grandiosidad de sus palacios convertidos ahora en museos, le dan a la ciudad un punto de decadencia cuidada (porque no verás una pared desconchada en ninguno de estos lugares) que la convierten en un destino para vacaciones que buscan Historia y cultura, pero no vida nocturna ni espíritu urbano.
Y eso será lo que encontrará el turista que se quede en la superficie. Pero si buscamos un poco, si nos alejamos del centro histórico dos pasos, nos sorprenderá una ciudad vibrante y multicultural, dividida en 23 distritos o barrios, cada uno con una identidad definida y de la que sus habitantes se sienten orgullosos. Desde el histórico distrito 1 Innere Stadt (el casco histórico delimitado por una espectacular calle circular, el Ring), a los alternativos Mariahilf y Neubau (distritos 6 y 7), pasando por distritos más obreros como Favoriten, llegando a los situados al otro lado del Danubio con sus casas residenciales rodeadas de zonas verdes que podrían pasar por pequeños pueblos austríacos; Viena es la ciudad que uno quiera que sea.
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Recorriendo Viena
Orientarse en Viena es sencillo: dos círculos concéntricos (el Ring -anillo- y el Gürtel -cinturón-) rodean lo más importante de la ciudad. El Ring delimita la Ciudad Vieja y reúne a lo largo de sus calles los monumentos más emblemáticos; entre el Ring y el Gürtel están los distritos más céntricos y preferidos por los jóvenes para vivir, llenos de museos, zonas de compra y lugares para salir. Fuera del Gürtel, y dependiendo de en qué dirección nos movamos, nos podemos encontrar tanto con zonas verdes con casas victorianas en las que viven los vieneses ricos, como con los barrios más pobres de la ciudad, en los que viven la mayor parte de inmigrantes de origen turco.
Si tienes poco tiempo, lo mejor es que organices un itinerario. Puedes escoger ver la Viena famosa, para lo que es muy recomendable, después de haber visitado el centro histórico con sus principales monumentos (la Ópera, Karlsplatz, Stephansdom y el Hofburg, todos tan cercanos entre ellos que -por fuera -se ven en un paseo), coger el tranvía número 2. Esta línea recorre el Ring pasando por delante de algunos de los edificios más impresionantes y característicos, dispuestos uno a continuación de otro: los museos de Historia del Arte e Historia Natural, el Parlamento, el Rathaus (en cuya plaza tienen lugar casi todos los eventos importantes de la ciudad), el Burgtheater, la Universidad… Un recorrido ideado por Francisco José por y para la ostentación y demostración de poder, así como para ofrecer los servicios básicos de una ciudad (Ayuntamiento, Parlamento, Ópera) que buscaba la calidad de vida de sus habitantes. De hecho, es tan cómodo para el turista que es difícil no sentir una cierta gratitud. De noche, con los edificios iluminados, el espectáculo es de una belleza apabullante.
Si lo que te interesa de Viena es más su aspecto de ciudad de vanguardia a principios del siglo XX, es recomendable dejar algunos palacios de lado y buscar los edificios de Otto Wagner mientras aprovechas para dar un paseo por el Naschmarkt y terminar la visita en el Edificio de Secesión, un monumento a la ruptura con los clasicismos del Arte con varias obras de Klimt. Otro lugar imprescindible para entender esta vertiente de la ciudad es el Leopold Museum, con obras de vieneses universales como Gustav Klimt o Egon Schiele y otros artistas de la época (Picasso, Mondrian,…). Cerca del parque del Prater puedes visitar un par de edificios diseñados por el arquitecto Hundertwasser, el Gaudí austríaco. Las tiendas de souvenirs por esa zona son realmente bonitas. Y todo esto sin olvidar hacerle una visita a Freud en su casa, un pequeño museo para entender más el pensamiento de aquellos años.
Cafés y ocio
Cuando se dispone de un poco más de tiempo, lo ideal es hacer alguna parada (pausada y sin prisas) en alguno de los famosos cafés de Viena para tomar un café y algún dulce mientras lees el periódico o discutes (de política, arte o filosofía, por supuesto). Aunque tan solo unos pocos de estos establecimientos aparecen en las guías turísticas, no será nunca un error entrar en alguno desconocido. Tan solo tienes que ver por la ventana si el interior cumple las características: asientos mullidos tapizados, lámparas lujosas, vitrina con dulces. ¿Es el típico sitio al que nunca entrarías por lujoso y caro? Entra. Es lujoso y caro, pero el café es bueno (y un café nunca te arruinará) y te puedes pasar la tarde leyendo un libro sin que nadie te mire mal o te pida otra consumición. Puedes acabar la tarde con una visita a la Ópera (hay localidades -de pie, pero con muy buena visión -por 4€, solo por ver el edificio vale la pena).
Por la noche, hay para todos los gustos. Los turistas (y los vieneses amantes de la música latina) se concentran en el casco histórico, en una zona de bares de salsa llamada Triángulo de las Bermudas. Pero siempre te encontrarás a más autóctonos si te vas a tomar una cerveza al Museums Quartier y luego a bailar en alguno de los múltiples pubs debajo de las vías de la línea 6 del metro. Los amantes de la música electrónica encontrarán su paraíso en algunos bares a la orilla del canal, si bien en casi todos ellos es necesario pagar entrada.
En otoño es imprescindible escaparse del centro y acudir a algún Heurigen. Viena cuenta con varias zonas de viñedos. Sus propietarios hacen vino casero y lo venden en estos establecimientos característicos porque solo recibirán el nombre «Heuriger» si sirven su propio vino. Estas zonas eran antes pueblos independientes que, aunque ahora formen parte de Viena, siguen manteniendo su espíritu y aspecto de aldeas. Rodeado de árboles en lo alto de una colina, con las camareras vestidas con el traje tradicional sirviéndote vino, te sentirás puramente austríaco.
¿Más? Puedes recorrer la Viena de El Tercer Hombre (hay visitas guiadas por los pasadizos subterráneos y las casas de los protagonistas); o descubrir la extraña relación entre la ciudad y la muerte dando un paseo por el gigantesco Cementerio Central, donde se encuentran enterrados Strauss, Bach o Brahms, comiendo en el tétrico restaurante Concordia (frente al cementerio) y, si el tema te fascina, visitando el museo de las pompas fúnebres o las criptas que esconden bajo las iglesias.
Como ves, Viena es mucho más de lo que se nos cuenta o de lo que podemos apreciar a primera vista. Es una ciudad en la que conviven un pasado imperial con otro pasado vanguardista y un presente de modernidad, tranquilidad y calidad de vida. Una cosa está clara: en Viena quien no está a gusto, es porque no quiere.