Aunque en lo básico la cultura austríaca es muy parecida a la española (cultura occidental, al fin y al cabo), nunca está de más conocer algunas de las particularidades del lugar que visitas para hacer tu estancia lo más agradable posible y evitarte malentendidos tontos. Aquí van algunos consejos prácticos para conseguirlo:
– Viena es una ciudad segura. Eso, junto con otros factores como la poca polución del aire o su oferta cultural, ha hecho que sea elegida la ciudad con más calidad de vida del mundo. De todas formas, eso no significa que no sea posible que te encuentres con un carterista en el metro o en alguna aglomeración turística. Como cualquier gran ciudad con mucho turista, los carteristas existen, si bien no es tan común como en otros lugares. Tomando las precauciones más básicas, lo normal es no tener ningún problema. Tampoco se puede decir que haya zonas de la ciudad claramente peligrosas, de hecho notarás enseguida que reina la tranquilidad y esa sensación que te hace sentirte seguro o segura incluso si vas solo a altas horas de la madrugada. Hay zonas, no obstante, que es mejor evitar de noche, como los alrededores de la estación Westbanhof o los pasadizos de Karlsplatz, ambos poblados por sin techo hasta arriba de alcohol que, si bien no suelen suponer un peligro real, sí pueden increparte de forma bastante desagradable.
– Los austríacos son generalmente gente detallista y cívica, características de las que se sienten muy orgullosos. Aunque no llegue al extremo de que te miren mal si cruzas en rojo si no vienen coches (aunque si hay algún policía cerca, sí te pondrán una multa), las normas se suelen respetar. Los coches conducen en general tranquilos y rara vez tocan el claxon para protestar, ni siquiera cuando algún peatón o ciclista temerario comete alguna infracción que los obliga a frenar de forma brusca. Solo es fácil sufrir la ira de un vienés si caminas por encima del carril bici, muchas veces pintado con un par de líneas blancas en la acera y fácil de ignorar para el peatón no acostumbrado. Si vas en bici, debes fijarte en la dirección del carril, pues muchas veces no son de doble sentido y no solo provocarás iras, sino que te pondrás en peligro.
– ¿Cuál es la mejor época para visitar Viena? Aunque la ciudad tiene un encanto especial durante el invierno, cuando todo está nevado o lleno de mercadillos navideños (en noviembre y diciembre), también es cierto que el turismo con ciertas condiciones meteorológicas (temperaturas bajo cero, muchas veces acompañadas de lluvia) y con pocas horas de luz hará que te lleves una idea equivocada de lo que es Viena. Tendrás una visión mucho más real (y alegre) si la visitas en primavera o verano, cuando está llena de flores y gente por las calles, o en otoño, cuando las temperaturas son aún suaves y puedes incluso disfrutar de uno de los placeres característicos de la ciudad: el heuriger, un vino casero cosechado en los viñedos de las afueras.
– Los restaurantes no suelen incluir la propina en el precio, ya que esta se considera un extra si el servicio ha sido bueno. No darla, por lo tanto, podría llegar a verse como una especie de queja, por lo que lo normal es, si has quedado más o menos satisfecho, dejar algo. En cuanto a la cantidad, el estándar es el 10%, pero no pasa nada si se deja menos (o más). En vez de dejar en la bandejita del cambio lo que quieras dar, lo que se hace muchas veces es, al pagarle al camarero, decirle la cantidad que quieres que te cobre, de forma que el cambio es ya sin la propina.
– Al pagar en comercios y restaurantes es conveniente llevar siempre algo de dinero en metálico, ya que aunque acepten tarjetas de crédito casi en todas partes, muchas veces hay problemas con las tarjetas extranjeras (si tienes una tarjeta austríaca o alemana -comparten muchos bancos- no tendrás ningún problema). Por otra parte, Viena está llena de cajeros automáticos y en estos sí que aceptan tarjetas de todo tipo, por lo que podrás sacar dinero siempre que lo necesites (contando, claro, con la comisión que te imponga tu banco).
– En Austria los días festivos son casi sagrados, por lo que casi no hay ningún comercio abierto. Si tienes alguna emergencia, hay un par de supermercados en en centro histórico y en alguna parada de metro que sí que están abiertos. De todas formas, intenta evitar tener que hacer la compra en domingo o festivo, ya que estos establecimientos suelen ser mucho más caros que los habituales.
– ¿En qué idioma debes hablar? La lengua oficial de Austria es el alemán, pero en Viena no tendrás ningún problema para comunicarte en inglés. Desde el conductor de autobús hasta la cajera de supermercado saben lo suficiente (o, por lo general, mucho más que eso) para explicarte cómo funcionan los billetes o cobrarte la compra. Si sabes algo de alemán y te apetece practicarlo, adelante. Es cierto que el acento austriaco es bastante fuerte y muchas veces resulta hasta incomprensible, pero esta diferencia en Viena no es tan marcada como en otros lugares. Si no hablas ninguna de estas lenguas, todo será más difícil, pero te sorprenderá la cantidad de austriacos que hablan castellano, que parece haberse convertido en el idioma de moda.
– Otra pequeña costumbre que notarás si vas a casa de alguien es que nada más entrar hay que descalzarse. Esto es bastante habitual en países con nieve (y moqueta) para evitar manchar la casa de barro. Como la mayoría de edificios tienen un sistema de calefacción muy bueno y suelo de moqueta o madera, no pasarás frío. En muchas casas, además, tienen zapatillas de distintos tamaños para los invitados.
– Una de las especialidades de Viena es el café, por lo que tienen muchos tipos y, cómo no, cada uno con un nombre. Si quieres saber lo que pides y no perderte en el menú, aquí va un vocabulario básico:
•Schwarzer (o Mocca). Café solo. Puede ser kleiner (pequeño) o grosser (grande).
•Brauner. Una taza de café solo con una jarrita de leche (muy poca).
•Melange. Café con leche.
•Kapuziner. Mucho café, poca leche, y nata.
•Einspänner. Café con nata, normalmente servido en un vaso largo.
•Kaisermelange. Para valientes: café solo, yema de huevo, miel y cognac.
•Eiskafee. Un vaso alto de café (frío) con helado de vainilla y nata montada.