1. Stephansdom
La Catedral de San Esteban es el corazón de Viena, y un símbolo de la fuerza de la ciudad para resurgir de sus cenizas una y otra vez. Se empezó a construir en el XIII como una iglesia románica, pero el estilo predominante es el gótico de los siglos XIV y XV. Sobrevivió, gracias al espíritu reconstructor de los vieneses, al asedio turco del siglo XVII, a las guerras napoleónicas y a los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial.
2. Schloss Schönbrunn
El impresionante palacio Schönbrunn, levantado durante los siglos XVII y XVIII para servir de residencia de verano a los Habsburgo, es quizá el edificio más representativo de la Viena imperial. Rodeado de jardines y fuentes, es posible visitar el interior y descubrir sus salas temáticas y decoración rococó.
Te puede interesar: Velada en el Palacio de Schonbrunn: visita al palacio, cena y concierto
3. MuseumsQuartier (MQW)
El barrio de los museos fue en sus orígenes el emplazamiento de los establos imperiales. Desde 2001, el complejo arquitectónico es uno de los centros culturales de la ciudad, albergando museos como el Leopold o el MUMOK, conferencias y eventos de cultura contemporánea y digital, y rodeado de cafeterías y bares de lo más in.
4. Karlskirche
Presidiendo la Karlsplatz, la iglesia de San Carlos es uno de los múltiples monumentos que en Viena agradecen el fin de la peste de 1713. Se trata de una gigantesca iglesia que desborda todo su barroquismo sin complejos, culminada por una enorme cúpula decorada con frescos de Johann Michael Rottmayr. Vale la pena subir y verlos de cerca.
5. Votivkirche
Una de las iglesias más bonitas de Viena, la Votivkirche se construyó en 1856 para celebrar el fracaso del intento de asesinato contra Francisco José. Es de estilo neogótico con influencias francesas.
6. Hofburg
Cuando la familia imperial no estaba en su residencia de verano en el palacio de Schönbrunn, vivía en el Hofburg, un complejo arquitectónico situado en el centro de la ciudad. Actualmente alberga las oficinas del presidente austríaco, salas de convenciones y varios museos. Se pueden visitar algunas salas y descubrir cómo vivían los Habsburgo y cómo cuidaba Sisí su cuerpo (¡espalderas en su habitación!)
7. Edificio de Secesión
Este sorprendente edificio blanco coronado por una enorme cúpula dorada fue construido a finales del siglo XIX por Josef Maria Olbrich como manifiesto de la Secesión, movimiento que defendía las nuevas formas del arte frente al clasicismo imperante en las escuelas. Con el lema «A cada época su arte, a cada arte su libertad» en la fachada y detalles como el Friso de Beethoven de Klimt en su interior, es uno de los edificios que definen el espíritu vanguardista de la Viena de principios de siglo.
8. Staatsoper
Aunque actualmente la Ópera del Estado es uno de los símbolos de Viena, al emperador Francisco José no le gustó su estructura por parecer una «estación de tren». Van der Nüll, uno de los arquitectos artífices del edificio, se tomó tan mal la crítica que reaccionó suicidándose (desde entonces, se dice que Francisco José contestaba a todo «está bien, muy bonito» cuando le preguntaban su opinión sobre algo). Vale la pena pagar los 4€ que cuesta una localidad (de pie) aunque solo sea para admirar el edificio por dentro.
9. Rathaus
El Ayuntamiento de Viena es un precioso edificio de estilo neogótico, en cuya plaza y jardines siempre pasa algo. Con mercadillos, fiestas, o una enorme pista de hielo en invierno, es sin duda el lugar al que ir si quieres mezclarte con la Viena más conservadora, que se viste con sus trajes tradicionales y bebe vino caliente y tomando salchichas con ketchup.
10. Riesenrad
Los fans de “El Tercer Hombre” no pueden irse de Viena sin visitar la Noria Gigante del parque de atracciones del Prater, construida en hierro en 1896. Las vistas desde arriba son impresionantes. Es recomendable también dar un paseo por el resto del parque, en el que se intenta luchar contra las nuevas modas manteniendo y restaurando las atracciones antiguas: los caballos de los tiovivos y la montaña rusa aún son de madera.
11. Hundertwasserhaus
Esta casa, inaugurada en 1986, es una pincelada de color y vivacidad en una zona más bien gris de la ciudad. No se puede visitar por dentro ya que alberga viviendas reales con gente real habitándolas, pero acercarse a ver su fachada y tomar un café en alguno de los establecimientos es imprescindible. Con sus paredes onduladas y sus colores vivos, es como un poco de Gaudí en Viena.